lunes, 20 de junio de 2011

Quiero ser deportista profesional, o no…

Esta entrada la dedico a reflexionar sobre el deporte moderno, el deporte espectáculo, concretamente a un hecho que me llama especialmente la atención dentro del mismo y que gira en torno a la figura de los deportistas profesionales, grandes personalidades y estrellas de nuestros tiempos.

Es una verdad universal decir que hoy en día el deporte es de interés general, que se ha convertido en parte de nuestras vidas y en parte importante de nuestra sociedad. Para algunos sociólogos como Dunning (1992), el deporte moderno es la principal fuente de identificación, significado y gratificación de las personas. Sin embargo muchos han sido los intentos de separar deporte y sociedad, como si una cosa no dependiera o estuviera inmersa en la otra. Estos intentos han sido por supuesto fallidos y la historia reciente así nos lo demuestra. ¿O acaso las dictaduras no han utilizado el deporte para acallar el espíritu revolucionario de los ciudadanos o, en otros casos, como propaganda política de su proyecto? Incluso, a la inversa, se ha dado el caso de que los ciudadanos también se han servido de grandes eventos deportivos para reivindicarse, como ocurrió, por ejemplo, en los Juegos Olímpicos de México´68. Esta realidad a la que alude Barbero (2003) implica una relación deporte-sociedad en la que el primero está por encima de la segunda. Otros autores como el ya mencionado Dunning así lo piensan cuando afirman que la ética y la moral aplicada en el deporte es distinta a la que se aplica a lo que entendemos como justicia social. Me vienen a la cabeza algunos ejemplos si me paro a pensar en la actualidad deportiva de los últimos meses: ¿es más racista un deportista por llamar “mono” a otro (no tiene ninguna justificación) que un presidente de un estado que expatría a toda una etnia a su país, destruye sus campamentos y les cierra las fronteras? Aunque es curioso, parece ser que socialmente está peor visto y más condenado popularmente por los medios de comunicación lo que hizo el deportista.

El hecho de que exista una moral distinta aplicada a las estrellas deportivas puede ser debido a que las personas nos sentimos identificados con los deportistas y todo lo que éstos hacen y dicen creemos que nos pertenece. Quizás porque ocupan un gran espacio en los medios de comunicación (y por lo tanto en nuestras vidas) o porque parte de nuestro dinero va dirigido a ellos, como el destinado a la construcción de estadios para uso casi particular suyo, a la cesión de terrenos públicos para S.A.D´s, la ayuda económica proveniente de impuestos públicos a clubs para financiar fichajes o para realzar su maltrecha economía… La cuestión es que parece ser que los deportistas nos pertenecen y por lo tanto podemos juzgarlos, alabarlos o incluso condenarlos. Todo ello hace que me plantee las siguientes preguntas: ¿cuál es la función del deporte y de sus más importantes representantes, los deportistas, en esta sociedad? ¿son un ejemplo para los demás? ¿objeto público de crítica? ¿un modelo a seguir ciegamente? ¿héroes nacionales? ¿afortunados multimillonarios...?

Algunos autores y sociólogos ya a mediados del siglo XX afirmaron que el deporte de masas era el sustituto de la religión por el gran poder de aglomeración que tiene y por los rituales que en él se celebran. Dentro de éste podemos deducir que las estrellas deportivas, más que personas que se dedican a algo que hacen muy bien, son deidades a las que seguir. Aunque hay un fenómeno que me llama la atención al respecto, y es que, en los últimos años dicha expectación ha derivado en lo contrario, es decir, estas estrellas ya no sólo despiertan admiración, sino en algunos casos son blanco de odio y de ira descontrolada. Estos sentimientos negativos, para Barbero, se producen porque en todo acontecimiento deportivo los espectadores nos posicionamos y nos sentimos identificados con una de las partes participantes (equipo o deportista) y ello hace que automáticamente entendamos al adversario como enemigo. El hecho de sentirse identificado implica la oposición automática con otros y surge de la necesidad que tenemos las personas de sentirnos parte de algo, de un proyecto colectivo. Dicha realidad supone un caldo de cultivo perfecto para que se produzcan emociones tribales y conductas poco éticas, antidemocráticas y violentas alrededor de espectáculos deportivos (no hace falta poner ejemplos sobre los numerosos episodios violentos que se han dado en partidos de fútbol o en otras prácticas en las que como resultado de este tipo de conductas, además de heridos, en ocasiones han habido fallecidos). Además ello ha desembocado en la aparición de una nueva figura dentro del aficionado: la de los “haters”, personas que critican negativamente todo lo que hace un artista o un deportista (también es aplicable a los fans de los grupos de música) sin evaluarlo si quiera. Además insultan y faltan el respeto haciendo críticas nada constructivas y cuyo único objetivo es el de hacer daño. Estas personas descargan su ira con las grandes estrellas deportivas, como por ejemplo con Cristiano Ronaldo en el caso del fútbol o, en el caso del baloncesto, el ejemplo más sonado es el de Lebron James. Otros deportistas famosos mártires por este fenómeno son Hamilton, Djokovic o Eto´o. Estos deportistas, según el periodista deportivo especializado en baloncesto Gonzalo Vázquez, se convierten en víctimas del mundo contemporáneo, de los mass-media y de la desorbitada relevancia que éstos les conceden. Es curioso como la propia sociedad los convierte en “dioses” y ella misma, encabezada por la prensa y demás medios, hace que sean el foco donde descargar odio y críticas, donde todo lo que hacen se mira con lupa, se critica y se transforma en noticia de interés público. Más que personas son un producto de la sociedad moderna y del neoliberalismo capitalista. Son imágenes de marcas, personas influyentes para miles de personas y al mismo tiempo se les exige más que al resto de ciudadanos. Dicha exigencia aumenta proporcionalmente según su fama y su capacidad de rendimiento deportivo y ello se lleva incluso a lo extradeportivo. Se ha creado una ética alrededor de estas figuras distinta a la que conocemos y al parecer deben ser modelo de conducta, tanto en su vida profesional como en la personal. Me resulta curioso como las personas somos capaces de condenar con más fuerza un mal gesto dentro de un terreno de juego como el famoso balonazo al público de Messi en uno de los derbis Barça-Madrid de esta temporada que la corrupción en la clase política, la cual ha salido reforzada después de las últimas elecciones municipales y autonómicas.

Parece lógico que hoy en día se les exija a los deportistas que unas veces sean estrellas del espectáculo y otras modelos de conducta. Entonces, si esto no ocurre, ¿debemos pensar que es necesaria una revisión de la formación que se da a estas personas en su carrera hacia lo más alto? ¿Hay que potenciar más en los deportistas jóvenes que buscan el rendimiento   la formación moral, ética o socioafectiva? ¿O simplemente deben ser formados de manera íntegra, ser buenos técnica, táctica, físicamente y, en general en lo deportivo y en realidad somos los fans o consumidores deportivos los que debemos cambiar nuestra manera de actuar y de ver todo este circo que hay montado?

Lo que sí que está claro es que el deporte profesional representa el modelo económico de la sociedad moderna, donde el pez grande se come al pequeño, donde o comes o eres comido y por lo tanto pasar por encima del contrario es un deber para triunfar. De esta forma la condena popular a las figuras deportivas, el morbo de ver si fracasan o tienen éxito y, en general, toda la información que circula alrededor de éstas, son una fuente de ingresos para los medios de comunicación, los cuales las utilizan en su beneficio (puramente económico) en primer lugar idolatrándolos de forma desmesurada, luego criticándolos sin ningún pudor y casi nuca con motivos y finalmente consiguen que la gente hable de ellos, los amen y los odien a partes iguales, continuando la faena que ellos han empezado y consiguiendo, en algunos casos, que ello afecte a su rendimiento deportivo, pues aunque a veces nos empeñemos en lo contrario, también son personas.